miércoles, 23 de mayo de 2012

GENERACIÓN GENOCIDA (II)

Pido perdón por la boutade con Pearl Jam: son buenos chavales y me gustan mucho sus tres primeros discos.


Los protagonistas del momentazo Seattle fueron, son y serán los inductores de la pasión por la música que constituye uno de los motores de mi vida. A continuación daré un breve apunte sobre mis favoritos. No están todos, pero los que están son imprescindibles (jodeos, fans de Pearl Jam):


NIRVANA: ¿qué puedo decir? el grupo que me enseñó a amar la música y comprender su inmenso poder curativo ante la mierda que subyace en esto que hemos convenido en llamar vida. Imposible expresar más con menos acordes. El desgañite mental y cantor de Kurt Cobain todavía nos golpea donde más duele (y recordar también la privilegiada proliferación de voces extraordinarias entre estos grupos).

MUDHONEY: los papás putativos del invento, y los menos poperos, lo cual explica su escaso éxito a nivel masivo. Su sonido es corrosivo y rotundo como pocos, siendo los mayores cultivadores del punk y la psicodelia ruidosa del momento. Mención especial para Mr. Mark Arm y su voz descomunal, directamente sacada del frenopático, y a los intrincados juegos de distorsiones entre las guitarras. Pura subterraneidad y siempre efectivos.

SOUNDGARDEN: no sé que decir ante uno de los diez mejores grupos de la Historia. Supieron evolucionar desde un heavy primario y denso hasta su maravillosa trilogía final, donde el arco de orientaciones de su sonido se vuelve estremecedor, duro, sensible, introspectivo, tímido, épico y evocador. El grupo que mejor transmitió la atmósfera húmeda y sombría del final de siglo. Y con Dios al micro: Chris Cornell, hoy lejos de su mejor forma, pero indiscutible poseedor de la voz más salvaje y bella del momento. Claro ejemplo de cómo poner la pericia instrumental al servicio de las emociones.

ALICE IN CHAINS: si no hubiese escuchado primero a Soundgarden, diría que este grupo es el noqueador de espíritus por excelencia. Menos diversos en estilo que Soundgarden, suponen otra interpretación del mundo sombrío e introspectivo del grunjerío. La angustia se enfoca esta vez desde la autodestrucción provocada por la heroína. En Layne Staley encontramos la voz más conmovedora, desgarrada y sincera del rock de los últimos veinte años. Su potencia sólo es superada por el desamparo absoluto que transmiten las maravillosas, agónicas e imaginativas atmósferas ideadas por el mago Jerry Cantrel. La escucha de Junkhead resulta el mejor reportaje nunca hecho sobre el abismo de la autodestrucción y la paranoia.

SMASHING PUMPKINS: imaginen la confusión y la pérdida de papeles que provoca esto en un mierda de 16 de años, hablando desde la voz de la experiencia. La montaña rusa de emociones en la que te sume el calvo de Chigago deja huella si se escucha a tiernas edades, merced a una calculadísima mezcla entre el tormento y el éxtasis. Sus discos son una contínua subida y bajada, bien apoyada en un superlativo talento compositivo. Los únicos que pude ver en directo. Pelotas directamente al suelo.

SCREAMING TREES: junto con Mudhoney, los más injustamente ignorados. La banda del imprescindible señor Lanegan es la menos rompedora en sonido, e inversamente proporcional a su impacto anímico. Su música huye de la desmesura de otras bandas compañeras, para ser la más sobria y madura de todas. La melancolía otoñal, los punteos hendrixianos y la belleza de las composiciones son sus poderes, unidos a la voz profunda hasta el paroxismo de Mark Lanegan, paradigma de los maravillosos efectos del tabaco sobre la voz. Una sóla nota cantada por este hombre posee más aroma y sabiduría que cierto mesías irlandés con complejo de superioridad.

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